31 de julio de 2010

29 de julio de 2010

Fueron dos minutos de oscuridad, la noche silenciosa se interpuso apagando los tonos graves de nuestras voces, ya no quedaban recetas para retomar el romanticismo, ni ingredientes para retomar el camino, faltaba imprevisibilidad, faltaba complacencia, ya no quedaba cariño.

13 de julio de 2010

Algún día

Si algún día me dejas, quiero que sepas que no te impediré la partida, justificaré tu ausencia con la certeza de que habrás encontrado a alguien, más tarde que temprano, a otro hombre algo distinto, algunos años más viejo, tal vez un veterano.
Espero que ese hombre sabio te quiera tanto como te quiero ahora yo y te lo recuerde siempre con palabras tan sinceras como han sido siempre mis declaraciones de amor. Que en la intimidad te desnude despacito, con delicadeza como lo hago yo, y que bese lentamente tu cuerpo pretendiendo llegar siempre más lejos, como lo intento a veces yo.
Si algún día me dejas, bajo estas condiciones, cuando te encuentres con ese hombre no impediré que aun más lejos te vayas, has con él el viaje que conmigo hayas planeado, no te obligaré a que me recuerdes cuando te acuestes en su cama ni te negaré que hagas el amor como lo haces ahora, tan apasionada.
Si algún día me dejas y te enamoras de algún otro hombre, que está canoso y algo cansado, que no te importen sus arrugas, escápate lejos con él, olvídate para siempre de mí, y vivan la aventura como dos jóvenes, como recién enamorados.
Si algún día me dejas y encuentras a alguien, como lo hemos previsto, como lo hemos planeado, sólo te pido que recuerdes que ese hombre por un largo tiempo te estuvo esperando, que ahora se está preparando, ordenando la habitación, haciendo para vos la cama.
Aunque todavía no nos demos cuenta lo mucho que ese hombre te ama. Si algún día me dejas, si alguna vez te me escapas, quiero que me encuentres algún otro día, por mucho que cambie, por mucho que envejezca, por muy lejos que me quede, por más cerca que me vaya.

8 de julio de 2010

Vamos tan lento como la más paciente de las plumas que caen a los pies de la cama, cuando nos acostamos. Lo sorprendente es que nunca nos irritamos por esperar, tan sólo disfrutamos de la poca luz, de la compañía de nuestros respiros hasta la mañana. Somos buenos amantes, porque en la oscuridad, luego de hacer el amor nos buscamos y no nos equivocamos dos veces antes de ubicar nuestros labios, volviéndonos a besar tan largamente, como si por primera ve lo hicieramos, como dos extraños.

Y cuando te vas siento un vacío, la cama se hace más extensa, mi voz se torna más clara, mis manos se lamentan, mi piel se torna algo seca, como extrañando el sudor.

Mis labios te conocen mejor que yo, cuando te besan, mis dientes van mordiendo tu piel por el lento camino que dibuja tu cuello hasta tus pechos, en este viaje parezco un mochilero maltrecho, de tanto besar, de tanto andar paeando por tu infinito cuerpo. Pareces nunca terminar, parece que nunca vamos a empezar de hecho, para continuar entonces recorriéndonos, y así sintiendo el aroma de nuestros cuerpos avanzando lento. A veces te rozo con mis labios, mientras guardo las manos en mi espalda, y voy tan despacio, que el más atrasado de los subtes en buenos aires podría llegar antes a ofrecerte ánimo.

Hoy te acaricio toda la noche y toda la vida te hago mía, porque yo soy tuyo y juntos nos descubrimos cada día. Eres tan linda sin ropa que la luna te envidia cada vez que te desnudo, y el silencio es sólo un intento para incomodarnos, aunque las estrellas nos canten cada noche una canción de amor. Son los estímulos que no asociamos cuando nos concentramos sólo en esto, sólo en tenernos juntos, sólo en amarnos, sólo hacernos nuestros, en encontrarnos cultivando la pasión.

Y así vamos cada noche, haciéndome tuyo, haciéndonos nuestros, haciendo lentamente el amor.