28 de octubre de 2008

Un Café

Tal vez sea adicto al café, tal vez sea dependiente de la sustancia, no lo sé. -¡Mesero un expreso!- que sujeto compañía esta vez, mujer hoy ven acompáñame, que sean dos cafés, quieres parecer una amiga lo sé, conversa si quieres adelante, fúmate uno. Recuerda que dulcemente caliente, en dirección ascendente, corre el olor del café. Amo el cigarrillo pues, entre el humo veo una mujer, y su cuerpo hasta la nariz alcanzo, un paraje inhóspito del paisaje. Respiro profundo un aroma a anís, avellanas, chocolate, miel, y lo siento bien, es del tuyo, perfume de mujer en piel. Miro al cielo despejado, veraniega luz que roza mejillas, acaricia ojos humanos, que yo no niego, como tampoco niego la compañía de palabras espontáneas, que salen de mi boca como el humo, halagos que parecen dulces para los oídos, y sabores amargos para la boca. La vida hoy tiene sentido pues, mi cielo, hacia arriba corre nuestro destino, y corre en el sentido del calor... del calor del café...

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