26 de junio de 2010

La princesa y el volcán

El rostro azul de la princesa respiró tan hondo, que hasta las entrañas más profundas soltaron su olor, y ya no era el aliento un suspiro sino un claro gemido de excitación. Entonces se mostraron arcoiris con fríos colores en mi habitación, y su rostro exhibía jardines floreados con tus miradas de pasión. Miré de reojo como sus labios temblaban, no de frío sino de falta de amor, y los junté con los míos antes que hubieran palabras, antes de anhelos, antes de cualquier clamor. Nuestros cuerpos desnudos se protegían del frío, como si no existiera otra poción, respirábamos tan de cerca que nos sincronizamos hasta en los soplidos del corazón. Me miró por segunda vez la princesa y sus pestañas azules me invitaron a ir de paseo, no teníamos noción del tiempo, pues nunca hallamos la zona horaria del amor, íbamos camino al paraíso terreno viajando en un campo de guirnaldas, caminando de la mano, alternando cariños certeros, me puse tan carnívoro atravesando esas montañas fuego, que muchas mordidas terminaron en una que otra marca de pasión. En algún momento, viajando no sé cuándo no sé por dónde, me agarró la princesa del pelo y me clavo dos colmillos en el cuello, como a la altura de la tercera vértebra, me llevó a la destrucción. En medio del camino nos topamos con un gran volcán, subiendo hasta casi la cumbre, junto a unas termas, hallamos una gran piscina roja donde nos sumergimos los dos.

19 de junio de 2010

Calle

Érase entonces otra madrugada como muchas, los primeros rayos de sol estaban recién comenzando a negar esa triste noche de invierno. La neblina matutina cegaba hasta las vistas más optimistas, pues no quedaban esperanzas de un cambio, menos de movimiento una vez que el frío entraba en forma de humedad paralizando las entrañas del más abrigado mendigo. Era martes 13 del decimosegundo Julio de mi vida, no era la falta de luz, no era el viento desgarrador, no era el no tener techo, no era el hambre ni la soledad, las que teñían con opacos tonos de muerte mi lecho.

Me estremece la idea de que voy a morir, un miedo desgarrador atraviesa mi cuerpo, la sola idea de enfrentarme a la muerte me arranca de cuajo el corazón cuando pienso en el fin, dejar de existir es algo que me atormenta, por eso vivo así, alargando mi vida sin un sentido, sufriendo, sacrificándome sin un por qué...


"Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramadas de Tempe acariciada por los céfiros."
Horacio, Odas III, 1

14 de junio de 2010

Baby can I hold you

Sorry
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like sorry, like sorry

Forgive me
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like forgive, me forgive me

But you can say baby
Baby can I hold you tonight
Maybe if I told you the right words
At the right time you'd be mine

I love you
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like I love you, I love you


Tracy Chapman

11 de junio de 2010

Segundo gol del partido, el equipo se jugaba el descenso y Gonzalo Alonso notó que el pulso se le aceleraba. No se quería ir, la emoción era demasiado grande, pero le faltaba el aire. De pronto sintió un fuerte dolor en el pecho y cayó inconsciente: tenía un infarto...
(Diario El Morstrador, Santiago de Chile, 11 de Junio 2010)

6 de junio de 2010

Escorpiona

Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda… —¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma: —Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo. Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo: —Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río. El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.

Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: —No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: —Lo siento ranita. Es mi esencia. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme. Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.


Esopo (Αἴσωπος) - escritor de fábulas griego


Moraleja: "La inexperiencia del escorpión provoca que éste no sea tal vez consciente de la potencia de su veneno o bien que simplemente no tenga la madurez suficiente para ponerse en el lugar de la rana"

2 de junio de 2010

Me seduces

Lo que más seduce de una mujer es su saber al escuchar. Es ese, su casi don al hacer de psicóloga personal. Casi como un tratamiento para la neurosis es el saberte conocer. La seducción es su saber cómo hacer para este fuego satisfacer, y lograr las palabras apagar, darles un por qué. Con una, su mirada una vida resumir, con sus dos manos el todo rescatar, con un beso saber concluir, para empezar con su cálido cuerpo a dialogar. Al fin y al cabo, la conversación te atrapa cuando deja de ser conversación. La comunicación es seducción, cuando las palabras faltan y sobra la pasión, entre un hombre y una mujer, la soledad de dos es el término del miedo y la inseguridad. La seducción es un juego entre emisario y receptor, una mujer que escucha y comprende es quien sabe que deducir es también dejarse conquistar.