8 de julio de 2010

Vamos tan lento como la más paciente de las plumas que caen a los pies de la cama, cuando nos acostamos. Lo sorprendente es que nunca nos irritamos por esperar, tan sólo disfrutamos de la poca luz, de la compañía de nuestros respiros hasta la mañana. Somos buenos amantes, porque en la oscuridad, luego de hacer el amor nos buscamos y no nos equivocamos dos veces antes de ubicar nuestros labios, volviéndonos a besar tan largamente, como si por primera ve lo hicieramos, como dos extraños.

Y cuando te vas siento un vacío, la cama se hace más extensa, mi voz se torna más clara, mis manos se lamentan, mi piel se torna algo seca, como extrañando el sudor.

Mis labios te conocen mejor que yo, cuando te besan, mis dientes van mordiendo tu piel por el lento camino que dibuja tu cuello hasta tus pechos, en este viaje parezco un mochilero maltrecho, de tanto besar, de tanto andar paeando por tu infinito cuerpo. Pareces nunca terminar, parece que nunca vamos a empezar de hecho, para continuar entonces recorriéndonos, y así sintiendo el aroma de nuestros cuerpos avanzando lento. A veces te rozo con mis labios, mientras guardo las manos en mi espalda, y voy tan despacio, que el más atrasado de los subtes en buenos aires podría llegar antes a ofrecerte ánimo.

Hoy te acaricio toda la noche y toda la vida te hago mía, porque yo soy tuyo y juntos nos descubrimos cada día. Eres tan linda sin ropa que la luna te envidia cada vez que te desnudo, y el silencio es sólo un intento para incomodarnos, aunque las estrellas nos canten cada noche una canción de amor. Son los estímulos que no asociamos cuando nos concentramos sólo en esto, sólo en tenernos juntos, sólo en amarnos, sólo hacernos nuestros, en encontrarnos cultivando la pasión.

Y así vamos cada noche, haciéndome tuyo, haciéndonos nuestros, haciendo lentamente el amor.

2 comentarios:

Darío dijo...

Un romántico.

pau dijo...

Dulce. Me quedo con el ante último párrafo.

Publicar un comentario