Ahora no nos miramos, pero nos sentimos y te huelo.
Siento el dulce sonido de tu voz, un sólo ruido.
Mis ojos empapados de lágrimas te opacan, y
no te miro por un momento, pero te abrazo,
y nuestras cabezas se apoyan en la eternidad.
Siento tu aroma por última vez y lentamente inspiro.
Quisera que este no fuera un momento de respiro,
que un mundo justo viniera, en este instante,
que de una vez, se detuviera el tiempo y el dolor.
Me despido hoy pues mañana no seré el mismo.
Y yo muy apenado, este ser sincero,
en la eternidad de un despido.
A partir de hoy, por siempre te espero.
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