21 de noviembre de 2009

A la Orilla de La Chimenea

Puedo ponerme cursi y decir, que tus labios
me saben igual que los labios que beso en mis sueños.
Puedo ponerme triste y decir, que me basta
con ser tu enemigo, tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.
Y si quieres también, puedo ser tu estación y tu tren,
tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu dios, tu asesino.

O tal vez esa sombra, que se tumba a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde y decir, que no soy el mejor,
que me falta valor para atarte a mi cama.
Puedo ponerme digno y decir, "toma mi dirección,
cuando te hartes de amores baratos, de un rato, me llamas".
Y si quieres también, puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu "ven", tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío.

O tal vez ese viento, que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.

Y si quieres también, puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe, tu noche y tu día,
tu rencor, tu porque, tu agonía.

O tal vez esa sombra, que se tumba a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea.
O tal vez ese viento, que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda, en mitad de la calle y desnuda.
O tal vez esa sombra, que se tumba a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea, a esperar...

Joaquín Sabina

1 comentarios:

Daniel Salgado Núñez dijo...

Y si quieres, puedo...

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