15 de diciembre de 2010
Preguntas de un obrero que lee
30 de septiembre de 2010
La petite mort
22 de septiembre de 2010
La balada de los amantes del camino a Taverney
se nutre con el ruido de mi demora,
los cantos de la calle se están plegando
y el mórbido reloj mira blasfemando.
Después la lluvia encumbra sus volantines
y moja alguna estrella que agoniza entre violines
y agolpa sus rebenques desmelenados
al anca de mi potro, que no ha piafado.
De noche todo es claro si en su cortina
ondula una cadera que se adivina,
sacude su pañuelo la amante raza
y enciende las señales por donde pasa
mi atávico desvelo buscando casa.
La cama donde espera mi buenamoza
es tibia como un vientre y es luminosa,
viniendo de la lluvia y forzando puertas
aprecio que su gana ya esté despierta.
La cama donde escurro mis homenajes
es donde desterramos la barrera de los trajes,
es donde, de algún modo, su resolana
se adueña de mi lengua, tan soberana.
Allí nos respiramos de diestra suerte,
allí nos cobijamos (por si la muerte),
allí yo le regalo mis estertores
y allí ella me devora con mil amores
cogiendo de mi sangre las frescas flores.
La cama donde anida su pulpa suave
es esa donde yergue su cuello mi ave
y aquella donde estira su claro modo
amándome de cerca y mordiendo todo.
Su cama multiplica mi envergadura
que es llave con la que abro su opulenta sabrosura,
que es fuego con el que echo su frío afuera
y avivo su gemido cuando lo quiera.
Viniendo de tan lejos estoy tan hondo,
tan cerca de su dentro y tan al fondo,
tan ávido y completo, tan estrujado,
tan posesivo y pleno, tan aplicado
que cuando el nuevo día se asoma, me alza
desangrado.
15 de septiembre de 2010
Los Gatos
Los amantes fervientes y los sabios austeros
adoran por igual, en su estación madura,
al orgullo de casa, la fuerza y la dulzura
de los gatos, tal ellos sedentarios, frioleros.
Amigos de la ciencia y la sensualidad,
al horror de tinieblas y al silencio se guían;
los fúnebres corceles del Erebo serían,
si pudieran al látigo ceder su majestad.
Adoptan cuando sueñan las nobles actitudes
de alargadas esfinges, que en vastas latitudes
solitarias se duermen en un sueño inmutable;
Mágicas chispas yerguen sus espaldas tranquilas,
y partículas de oro, como arena agradable,
estrellan vagamente sus místicas pupilas.
Charles Baudelaire - Flores del Mal (1857)
12 de septiembre de 2010
Ayer mataron a Salvador Allende
Por José Pablo Feinmann
Sería ingenuo no creer que el 11 de septiembre que el mundo recordará será el de las Torres Gemelas antes que el de Chile. El de las Torres tuvo una audiencia en simultáneo, un público atónito que asistía, compartiéndolo, en vivo y en directo, a uno de los acontecimientos más poderosos de la historia humana. No menos poderoso fue el de Chile, pero nos tenía más acostumbrados. Sin embargo, no bien se desplegó el terror pinochetista supimos que eso era nuevo, no tenía antecedentes. Lo mismo sucedió con el terror de la Junta argentina.
Ignoro si se ha reflexionado sobre un punto (sin duda, sí; pero merece ser ofrecido otra vez al análisis): el acontecimiento de las Torres y el de Chile no sólo comparten la fecha, sino mucho más. El país de las Torres (el Imperio) fue el causante directo del septiembre chileno. Chile nada tuvo que ver con la caída de las Torres. Pero Estados Unidos hizo el golpe de Pinochet, lo inventó a Pinochet y lo asesinó a Allende. Era parte de la política que se había otorgado para manejar las cosas en eso que llaman su “patio trasero”.
Desde que llegó a la presidencia, Ke-nnedy, que era un furioso anticomunista, advirtió que –durante el llamado período de la Guerra Fría– las acciones bélicas directas no tendrían lugar entre los dos bloques hegemónicos. Había, en ellos, un exceso de técnica bélica que lo impedía. El terror nuclear recomendaba una excesiva prudencia que los dos colosos ejercieron celosamente. Las luchas, entonces, se dieron en otras latitudes.
Demoraron en advertir que en América latina los comunistas se habían posesionado de Cuba, brillante tarea de esos barbudos que habían seducido y engañado a la CIA diciéndose democráticos, y que la CIA creyó que apenas venían a tirarles abajo a ese sargento Fulgencio Batista, un sanguinario impresentable, que había hecho de Cuba un prostíbulo y un garito para la mafia. Apoyaron a los muchachos de Fidel, que les dieron una enorme y pésima sorpresa: su líder se definió y definió a su movimiento como marxista-leninista. Decidieron aprender la lección: nunca más un Castro en América latina. Porque Estados Unidos decía no pretender apropiarse del mundo como los soviéticos, pero en verdad ya casi lo dominaba o ésa era su meta. Con justa razón, el profesor Chalmers Johnson consideró que había más simetría entre las políticas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de lo que los norteamericanos deseaban reconocer: “Si en el transcurso de la Guerra Fría la Unión Soviética intervino manu militari en Alemania Oriental (1953), Hungría (1957) y Checoslovaquia (1968), los Estados Unidos articularon el golpe en Irán (1953), la invasión de Guatemala (1954) y de Cuba (1961), ocuparon militarmente la República Dominicana (1965) e intervinieron en Corea (1950) y en Vietnam (donde sustentaron dictaduras y mataron a un número más grande de personas que la Unión Soviética en sus exitosas intervenciones)” (Chalmers Johnson citado por Luis Alberto Moniz Bandera en su notable ensayo: La formación del Imperio Americano). En una comparación inevitablemente odiosa y desagradable, posiblemente la CIA sea y haya sido una organización más cruel, más asesina y, sobre todo, más responsable de la llegada de regímenes genocidas al poder que la KGB soviética. Medio mundo o más no diría esto por la prepotencia, la supremacía que tienen los medios en la formación de la subjetividad de las personas. El cine, por ejemplo (gran herramienta de propaganda de EE.UU.), siempre ha mostrado a un agente de la KGB como alguien más siniestro que uno de la CIA, que, con frecuencia, es el héroe de la película. Jack Ryan, sin ir más lejos, tuvo la pinta y el carisma de Harrison Ford. ¿Quién, en la KGB, podía competirle? Pero un serio problema se le aparece a la Administración Nixon. En 1970, el socialista Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular, gana de modo inobjetable las elecciones en Chile. Pese a que Allende propone una “vía pacífica” –o una “vía democrática”– al socialismo, Richard Nixon lo odia desde el primer día. Y desde ese día se propone echarlo del gobierno. Aquí debo mencionar dos documentales formidables con los que trabajo estas cuestiones y deben (creo) ser consultados: uno es casi una autobiografía de Robert McNamara y se titula La niebla de la guerra, el otro es una pequeña obra maestra de Chistopher Hitchens, Los juicios de Henry Kissinger. En éste, Hitchens nos muestra la pasión que pone Kissinger en dejar contento a su jefe, Nixon, y demostrarle que se puede hacer con un país lo que Estados Unidos desee. No aún con Chile, porque Allende acaba de ganar muy limpiamente “y nosotros respetamos la democracia”. Nixon acepta este dogma, pero tiene claro que –en caso de llegar a imponer una dictadura– siempre es mejor una dictadura no-comunista que una comunista (ver: Luis Alberto Moniz Bandeira, La formación del Imperio Americano, p. 278). Seguramente compartían este criterio las empresas que le hicieron saber acerca de la gravedad del asunto: la ITT, la Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank. Todas se comunicaron con el presidente de la CIA, Richard Helms. También lo hizo Nixon, en una reunión relámpago: se sentó, tomó un vaso de agua, dijo un par de cosas y se fue. Destinó 10 millones de dólares para la tarea de desestabilizar al “hijo de puta” –así le decía: SOB—, pidió acción inmediata, dejar de lado al embajador, poner los mejores hombres en la tarea y en 48 horas deteriorar la economía. A partir de ese punto empezaría el trabajo en serio.
Kissinger tenía un buen concepto de la habilidad política de Allende: por todos los medios exhibiría que no era un satélite soviético, a lo Castro, ni siquiera un gobierno abiertamente comunista. Pero no estaba dispuesto a mostrar que le creía. En suma, entre Nixon y Kissinger deciden hundir a Allende desde el primer día de su llegada al poder. Así se hace la historia. En tanto, en América latina se festejaba el gran paso de la llegada al gobierno por elecciones libres y democráticas de un gobierno socialista (aunque fuese con un margen leve: la Unidad Popular sólo alcanzó el 36,2%), en las oficinas de la CIA o en el despacho más privado de Nixon la tarea de destrucción ya estaba en camino. Precisamente en Los juicios de Kissinger, el halcón Alexander Haig (que anduvo por aquí tratando de arreglar la guerra de Malvinas) lanza una exclamación con la fuerza de un escupitajo iracundo: “¿Otro Castro en América latina? ¡Por favor!” O sea, ni locos. Allende debía caer.
Haig es un activo soldado de esa causa. En mi novela Carter en New York, Joe Carter le cuenta a un amigo moribundo el modo en que Haig (Alexander Higgins en la novela) se despide de Allende antes de subir al avión que lo llevará a los States, cumplida ya su tarea. Explica: “El problema –ahora– es el Islam. Pero a los 24 años conocí al senador republicano Alexander Higgins. El hombre era un genio. Uno de los grandes cerebros que –allá por 1973– liquidó al gobierno socialista de Salvador Allende. Y que –no hacía mucho, entre un trago y otro– le había confesado ciertas cosas. ‘Sabes, Carter, Allende tenía la beatitud de un arcángel. Mas, ¿qué podía hacer yo? Sólo reconocerlo, pero no evitar mi trabajo por sentimentalismos peligrosos, que te mienten o te ciegan. La última vez que estreché su mano, poco antes del golpe que acabó con su vida, abandonaba yo la República de Chile, todo estaba ya hecho. Acerqué mi cara a la suya y en voz muy baja pero audible para él y para mí, le dije: ‘Es usted un hombre puro. Comunista o no. Cuando le caiga encima el caos que le hemos preparado recuerde estas palabras de uno de sus enemigos. Es usted un hombre bueno, equivocado pero honesto y valiente. Estrecho su mano con orgullo, doctor Allende. Y es la última vez que lo hago’. Me miró a través de esos anteojos doctorales, de académico, de hombre culto. Dijo: ‘¿Por qué si tanto me respeta está al lado de quienes buscan mi destrucción?’ ‘Doctor, es muy simple: otra Cuba, en América latina, no. No podemos permitir eso.’ ‘¿Y quiénes son ustedes para permitir o no lo que un pueblo ha elegido democráticamente?’ ‘Los Estados Unidos de América. Y ustedes nuestro patio trasero. No queremos más problemas por aquí. Trate de salvarse. Huya.’ ‘Nunca. Usted no me respetaría si yo huyera. Me respeta porque sabe que lucharé hasta el fin.’ ‘Lo sé. Lo que nunca sabré es por qué luchará hasta morir por una causa tan infame.’ Allende me clavó sus ojos. Diablos, cuando miraba feo podías temblar si no eras duro, si te escaseaban los cojones. Dijo: ‘Lo que nunca sabré es cómo usted dice respetarme y es un mercenario al servicio de un imperio de asesinos’. ‘Doctor, no nacimos para entendernos. Estamos a punto de dejar de respetarnos. Y si me quedo uno o dos minutos más junto a usted acabaré por hacer el trabajo que en breve harán sus verdugos.’ ‘Parece conocerlos.’ ‘Los hemos entrenado nosotros, doctor.’ ‘¿Quién es el principal cabecilla?’ ‘¿No lo sabe? ¿Ni eso sabe?’ No dijo palabra. Todo estaba tan irrefutablemente tramado que no me importó darle el nombre del general que le habíamos destinado como verdugo. ‘Pinochet.’ ‘¿El general Pinochet?’, se asombró. Y, muy seguro, dijo: ‘El general Pinochet es mi amigo’. ‘Doctor Allende, parto de Chile con una duda: si es usted increíblemente bueno o increíblemente tonto.’ ‘Pues yo lo despido con una certeza: usted es un perro, una escoria humana que insulta la esencia del hombre.’ ‘Lamento desilusionarlo, doctor: pero a esa esencia, de nosotros dos, la encarno yo mejor que usted. Le dejo una enseñanza antes de irme: usted, como comunista, cree que esa esencia es buena y bastará que ella triunfe para que los hombres sean libres. Nosotros creemos que es mala. Que es egoísta y sólo el dinero le importa. Por eso los matamos y los seguiremos matando y les ganaremos todas las guerras. Piénselo.’” (Carter en New York, ed. cit. pp. 105/106/107).
El otro decisivo factor que derrocó a Allende fue “el decano de la prensa chilena”, el centenario periódico El Mercurio. Agustín Edwards, su director, viajó hasta las oficinas de Nixon y volvió con dos millones de dólares para la tarea democrática a emprender. Desde sus páginas inflamadas de patriotismo anticomunista, El Mercurio llamó a la lucha a las conchetas chilenas, que son temibles. Inauguraron la moda de las cacerolas.
Todo está dicho. Allende se refugia en La Moneda y dice que no habrá de huir. Ahí se queda. Se hunde con su barco. Tiene puesto un casco de guerra y sostiene una metralleta. Da un último discurso: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Don Agustín Edwards, director del “decano de la prensa chilena”, habrá brindado con buen champán. Las conchetas, felices. Los obreros, perseguidos y asesinados. Allá, en el Norte, la CIA, Nixon y Kissinger, satisfechos. Allende se suicidó o lo mataron. Pero estuvo en su puesto hasta último momento. El 11 de septiembre que América latina recuerda y llora es éste. El otro, el de las Torres, ni sabemos quién lo hizo. Y, emperradamente, como le habría gustado a don Salvador, seguiremos creyendo que alguna vez, más tarde o más temprano, se abrirán las grandes alamedas. Y el primero en pasar por ellas será don Salvador Allende. Una enorme pancarta con su cara de hombre bueno, que soñó un sueño tal vez imposible, pero que él sostuvo hasta el final. Así, pocos, Salud, héroe, mártir, ejemplo perenne. En usted se encarnó lo mejor de la condición humana.
31 de julio de 2010
29 de julio de 2010
13 de julio de 2010
Algún día
8 de julio de 2010
Vamos tan lento como la más paciente de las plumas que caen a los pies de la cama, cuando nos acostamos. Lo sorprendente es que nunca nos irritamos por esperar, tan sólo disfrutamos de la poca luz, de la compañía de nuestros respiros hasta la mañana. Somos buenos amantes, porque en la oscuridad, luego de hacer el amor nos buscamos y no nos equivocamos dos veces antes de ubicar nuestros labios, volviéndonos a besar tan largamente, como si por primera ve lo hicieramos, como dos extraños.
Y cuando te vas siento un vacío, la cama se hace más extensa, mi voz se torna más clara, mis manos se lamentan, mi piel se torna algo seca, como extrañando el sudor.
Mis labios te conocen mejor que yo, cuando te besan, mis dientes van mordiendo tu piel por el lento camino que dibuja tu cuello hasta tus pechos, en este viaje parezco un mochilero maltrecho, de tanto besar, de tanto andar paeando por tu infinito cuerpo. Pareces nunca terminar, parece que nunca vamos a empezar de hecho, para continuar entonces recorriéndonos, y así sintiendo el aroma de nuestros cuerpos avanzando lento. A veces te rozo con mis labios, mientras guardo las manos en mi espalda, y voy tan despacio, que el más atrasado de los subtes en buenos aires podría llegar antes a ofrecerte ánimo.
Hoy te acaricio toda la noche y toda la vida te hago mía, porque yo soy tuyo y juntos nos descubrimos cada día. Eres tan linda sin ropa que la luna te envidia cada vez que te desnudo, y el silencio es sólo un intento para incomodarnos, aunque las estrellas nos canten cada noche una canción de amor. Son los estímulos que no asociamos cuando nos concentramos sólo en esto, sólo en tenernos juntos, sólo en amarnos, sólo hacernos nuestros, en encontrarnos cultivando la pasión.
Y así vamos cada noche, haciéndome tuyo, haciéndonos nuestros, haciendo lentamente el amor.
26 de junio de 2010
La princesa y el volcán
19 de junio de 2010
Calle
Érase entonces otra madrugada como muchas, los primeros rayos de sol estaban recién comenzando a negar esa triste noche de invierno. La neblina matutina cegaba hasta las vistas más optimistas, pues no quedaban esperanzas de un cambio, menos de movimiento una vez que el frío entraba en forma de humedad paralizando las entrañas del más abrigado mendigo. Era martes 13 del decimosegundo Julio de mi vida, no era la falta de luz, no era el viento desgarrador, no era el no tener techo, no era el hambre ni la soledad, las que teñían con opacos tonos de muerte mi lecho.
Me estremece la idea de que voy a morir, un miedo desgarrador atraviesa mi cuerpo, la sola idea de enfrentarme a la muerte me arranca de cuajo el corazón cuando pienso en el fin, dejar de existir es algo que me atormenta, por eso vivo así, alargando mi vida sin un sentido, sufriendo, sacrificándome sin un por qué...
"Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramadas de Tempe acariciada por los céfiros."
14 de junio de 2010
Baby can I hold you
Sorry
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like sorry, like sorry
Forgive me
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like forgive, me forgive me
But you can say baby
Baby can I hold you tonight
Maybe if I told you the right words
At the right time you'd be mine
I love you
Is all that you can't say
Years gone by and still
Words don't come easily
Like I love you, I love you
11 de junio de 2010
6 de junio de 2010
Escorpiona
Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda… —¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma: —Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo. Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo: —Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río. El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: —No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: —Lo siento ranita. Es mi esencia. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme. Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.
Esopo (Αἴσωπος) - escritor de fábulas griego
Moraleja: "La inexperiencia del escorpión provoca que éste no sea tal vez consciente de la potencia de su veneno o bien que simplemente no tenga la madurez suficiente para ponerse en el lugar de la rana"
2 de junio de 2010
Me seduces
31 de mayo de 2010
Laura
27 de mayo de 2010
En Estos Díaz
En estos días,
todo el viento del mundo sopla en tu dirección.
La osa mayor corrige la punta de su cola
y te corona
con la estrella que guía,
la mía.
Los mares se han torcido
con no poco dolor hacia tus costas.
La lluvia dibuja en tu cabeza
la sed de millones de árboles.
Las flores te maldicen muriendo,
celosas.
En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.
¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! de lo indescriptible.
En estos días
no hay absolución posible para el hombre,
para el feroz, la fiera
que ruge y canta ciega:
ese animal remoto
que devora y devora
primaveras.
En estos días
no sale el sol,
sino tu rostro.
Y en el silencio,
sordo del tiempo,
gritan tus ojos.
¡Ay! de estos días terribles,
¡ay! del nombre que lleven,
¡ay! de cuanto se marche,
¡ay! de cuanto se quede.
¡Ay! de todas las cosas
que hinchan este segundo.
¡Ay! de estos días terribles,
asesinos del mundo.
(1977)
Silvio Rodriguez
23 de mayo de 2010
Táctica y Estrategia
Alturas de Macchu Picchu
II
Si la flor a la flor entrega el alto germen
y la roca mantiene su flor diseminada
en su golpeado traje de diamante y arena,
el hombre arruga el pétalo de la luz que recoge
en los determinados manantiales marinos
y taladra el metal palpitante en sus manos.
Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida,
como una barajada cantidad, queda el alma:
cuarzo y desvelo, lágrimas en el océano
como estanques de frío: pero aún
mátala y agonízala con papel y con odio,
sumérgela en la alfombra cotidiana, desgárrala
entre las vestiduras hostiles del alambre.
No: por los corredores, aire, mar o caminos,
quién guarda sin puñal (como las encarnadas
amapolas) su sangre? La cólera ha extenuado
la triste mercancía del vendedor de seres,
y, mientras en la altura del ciruelo, el rocío
desde mil años deja su carta transparente
sobre la misma rama que lo espera, oh corazón, oh frente triturada
entre las cavidades del otoño.
Cuántas veces en las calles del invierno de una ciudad o en
un autobús o un barco en el crepúsculo, o en la soledad
más espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido
de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano,
me quise detener a buscar la eterna veta insondable
que antes toqué en la piedra o en el relámpago que el beso desprendía.
(Lo que en el cereal como una historia amarilla
de pequeños pechos preñados va repitiendo un número
que sin cesar es ternura en las capas germinales,
y que, idéntica siempre, se desgrana en marfil
y lo que en el agua es patria transparente, campana
desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)
No pude asir sino un racimo de rostros o de máscaras
precipitadas, como anillos de oro vacío,
como ropas dispersas hijas de un otoño rabioso
que hiciera temblar el miserable árbol de las razas asustadas.
No tuve sitio donde descansar la mano
y que, corriente como agua de manantial encadenado,
o firme como grumo de antracita o cristal,
hubiera devuelto el calor o el frío de mi mano extendida.
Qué era el hombre? En qué parte de su conversación abierta
entre los almacenes de los silbidos, en cuál de sus movimientos metálicos
vivía lo indestructible, lo imperecedero, la vida?
Pablo Neruda
20 de mayo de 2010
Dialéctica
19 de mayo de 2010
Poder
10 de mayo de 2010
Negra Presuntuosa
entre tu casa y mi casa,
será el calor que no abraza,
no es de gozo, no es de ira,
como tampoco es mentira
que algo de ti se ha escondido
entre tu talle y mi alma.
Será tal vez la esperanza
o el cariño adormecido.
Yo sabré reír,
yo sabré llorar,
yo sabré entregarte mi cariño,
Negra,
negra que te quiero,
goza negra presuntuosa,
mira que me estoy muriendo,
dame vida de tu boca,
boca que me está pisando
los talones de la libertad.
Negra,
negra que te quiero,
goza negra presuntuosa,
mira que me estoy muriendo,
dame vida de tu boca,
de tu vida,
de tu boca negra,
negra,
negra que te quiero,
que te adoro,
que te quiero negra,
mira que me estoy muriendo,
dame vida de tu boca,
de tu vida
de tu boca negra,
negra,
negra que te quiero.
28 de abril de 2010
Genealogía de la Amistad, una quinta vía para compartir el mate.
Debería ser tomado explícitamente como un elemento a desarrollar por la disciplina sociológica, incluso sería interesante por ejemplo, encontrar un factor diferenciador que trascienda la materialidad de las relaciones humanas para describir la forma en que se estructura el fenómeno social de la amistad y las condiciones que lo forjan, una hermenéutica.
Bien creo que al analizar el concepto comenzando desde una óptica durkheimiana, nadie resulta completamente objetivo, indiferente e imparcial para indagar en el tema, pues no existe persona alguna que se defina a sí mismo como una persona sin amigos o bien quien le sea indiferente la amistad. Tal vez, es importante adoptar hoy partido por una postura, ya que parece ser esa supuesta seriedad profesional, un error epistemológico que históricamente nos ha abordado en cuanto a la aplicación nuestro método investigativo, el hecho es que resulta imposible la no implicación con el objeto de estudio.
Hoy además de acariciar una perspectiva crítica en cuanto a la genealogía de las instituciones sociales, podemos también nombrar elementos comunes que forjan una relación social definida como amistad. Generar deducciones que se elaboren en torno a un conjunto de investigaciones que ha desarrollado la sociología contemporánea que tienen que ver en específico con determinadas redes sociales creadas en base a habitus sociales, capitales culturales, personalidades a fines, compatibilidades psicosociales, etc.
Vamos a abrir un poco la mirada, quitarle naturalidad a este elemento cultural, y definir a la amistad como algo socialmente creado. Simplemente es plantear el hecho de que no es casualidad hacer amistad con un determinado tipo de sujeto, sino que está determinado por relaciones de poder, instituciones sociales, y rasgos psicoanalíticos...
Hoy podemos incluso hacer un análisis histórico social para analizar los grandes movimientos gremiales, partidos y colectividades políticas, incluso, definir alianzas, ideologías, movimientos artísticos, sentido de pertenencia a una clase social o bien a una nación, lo cierto es que el gran dinamismo de la sociedad se debe a relaciones sociales de tipo productivo, que se estructuran en torno a movimientos de masas conformados por personas con sentidos afines.
Si observamos la sociedad actual podemos distinguir claras diferencias con la sociedad a principios de la modernidad, hoy bajo un capitalismo mucho más avanzado las relaciones sociales se desarrollan bajo contextos mucho más acotados, en donde forjar una amistad o crear un movimiento social integrador se vuelve mucho más difícil, de algún modo el sentido atomizador sobre el cual ha operado la divisición social del trabajo en el último siglo, ha hecho que las relaciones sociales se estrechen y el sentido identitario se vea perjudicado, y el individuo como tal se pierda bajo un conjunto de instituciones socialmente creadas cuyo objetivo sea desintegrar al individuo, mutilarlo para categorizarlo y estructurarlo de manera productiva.
Mi pregunta surge ahora, ¿Se están terminando acaso las relaciones sociales como grandes movimientos de masas? ¿La amistad se forja tan sólo con el compañero de oficina? ¿Es la amistad una intitución que se va prontamente a exterminar como tal, producto de falta de tiempo? ¿Se vuelve la amistad superficial? ¿Es posible crear mayor sentido de pertenencia por medio de la amistad, forjar movimientos sociales y crear proyectos a fines?
Sólo surge a partir de esto, una certeza, que sin amistad el mundo se estanca y las relaciones sociales se pierden, las contradicciones de clases se esconden... y los individuos se deshumnanizan.
Entonces la pregunta del millón... ¿SOMOS AMIGOS O NO SOMOS AMIGOS?
15 de enero de 2010
Después de las fiestas
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
8 de enero de 2010
Con diez años de menos
y que descamisado el tono de decir
cada palabra desatando un temporal
y enloqueciendo la etiqueta ocasional.
Los años son pues mi mordaza, oh mujer
sé demasiado, me convierto en mi saber
quisiera haberte conocido años atrás
para sacar chispas del agua que me das
para empuñar la alevosía y el candor
y saber olvidar mejor...
Esta mujer me propone que salte y me estrelle
contra un muro de piedra que alza en el cielo
y como combustible me llena de anhelos
de besos sin promesas y sentencias sin leyes.
Esta mujer me propone un pacto que selle
la tierra con el viento, la luz con la sombra
invoca los misterios del tiempo y me nombra
esta mujer propone que salte y me estrelle.
Solo para verle, solo para amarle
solo para serle, solo y no olvidarle.
Con diez años de menos no habría esperado
por tus proposiciones yo hubiera corrido
como una fiera al lecho en que nos conocimos
impúdico y sangriento, divino y alado
con diez años de menos habría blasfemado
con savia de su cuerpo quemaría los templos
para que los cobardes tomaran ejemplo
con diez años de menos hubiera matado.
Solo para verle, solo para amarle
solo para serle, solo y no olvidarle.
Silvio Rodriguez - 1979 (Rabo de Nube)
4 de enero de 2010
Pedir
Corre, dijo la tortuga
Corre dijo la tortuga, atrévete dijo el cobarde,
estoy de vuelta dijo un tipo que nunca fue a ninguna parte.
Sálvame dijo el verdugo, sé que has sido tú dijo el culpable.
No me grites dijo el sordo, hoy es jueves dijo el martes
y tú no te perfumes con palabras para consolarme
déjame sólo conmigo,
con el íntimo enemigo que malvive de pensión en mi corazón,
el receloso, el fugitivo, el más oscuro de los dos,
el pariente pobre de la duda.
El que nunca se desnuda si no me desnudo yo,
el caprichoso, el orgulloso,
el otro el cómplice traidor.
A ti te estoy hablando, a ti, que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti, que estás metido en mi pellejo,
a ti que estás llorando ahí, al otro lado del espejo,
a ti que no te debo, más que el empujón de anoche
que me llevó a escribir esta canción.
No mientas dijo el mentiroso, buena suerte dijo el gafe,
ocúpate del alma dijo el gordo vendedor de carne,
pruébame dijo el veneno, ámame como odian los amantes.
Drogas no, dijo el camello, cuanto vales dijo el ganster,
apunto de rendirme estaba a un paso de quemar la naves,
cuando al borde del camino,
por dos veces el destino que hizo un guiño en forma de labios de mujer.
Nos invitas a una copa, yo te secaré el sudor,
yo te abrazaré bajo la ropa.
Quien va a dormir conmigo, ni lo sueñes contestó,
una indignada, y otra encantada no dijo nada y sonrió.
A ti te estoy hablando, a ti, que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti, que estás metido en mi pellejo,
a ti que estás llorando ahí, al otro lado del espejo,
a ti que no te debo, más que el empujón de anoche
que me llevó a escribir esta canción.
Joaquín Sabina